Abel G. Fagundo: “Ningún poema salva, nunca son suficientes”

Por: Norge Céspedes

Abel González Fagundo (Jagüey Grande, 1973) definió al escritor como alguien que tercamente trata de volverse palabras, de salvarse desde las palabras, en declaraciones ofrecidas poco después de participar como invitado del espacio Miércoles de la Poesía, organizado mensualmente por el comité de la Uneac y el Centro del Libro y la Literatura en la provincia de Matanzas.

“Nos volverán a decir una y mil veces" como en el poema de Hugo Hodelín: «Renuncie, usted ha fracasado»; quizás no entienden que lo sabemos, que no nos importa —comentó Abel—. Hace tiempo escribí: «Ningún poema salva, nunca serán suficientes»; somos la expresión de una hechura incompleta. ¿Acaso hay cosa más terrible que conocer nuestros destinos? ¿Qué nos queda además de la terquedad persistente de volvernos palabra?”

En el Miércoles de la Poesía, correspondiente al mes de junio, el escritor leyó textos de dos cuadernos inéditos: “Agua de Fuego”, al que consideró “un libro de despedida de la bohemia, entre el surrealismo y el conversacionalismo”, y “Game Over”, “que roza las implicaciones de la tecnología y la palabra”. También compartió versos de su último volumen publicado, “En el bosque francés de la calle medio” (Ediciones Matanzas, 2012).


Además de este título, él ha publicado El sitio de las memorias (Ediciones Matanzas, 1991, Premio Nacional de la FEEM), Golpes de Dios (Ediciones Vigía, 1998, Premio Rilke al Joven Poeta), Extinción (Ediciones Matanzas, 2002), El costal de los pecados (Ediciones Matanzas, 2006) y El Terco Persistir (Ediciones Aldabón, 2008).

En declaraciones exclusivas a este sitio digital, del cual es co-realidor, Abel González Fagundo comentó también:

“Se suele hablar del “Modo de vida del poeta”, de sus pasiones o frialdades. Con los años he llegado al convencimiento de que hay muchos modos de vivir la poesía, que existen  seres muy diversos y maneras heterogéneas de construir eso que llaman el corpus poético. Lo importante –creo– es el texto en sí mismo y ni siquiera tenemos control sobre su perdurabilidad, lo más posible es que estemos escribiendo en el agua.

“A la tiranía de la palabra poco le importa la criatura que está detrás, es el templo no el arquitecto el que importa. De cierto modo los poetas estamos conectados por una misma esencia, un pedazo de esa Noosfera que redefinió el creativo teólogo francés Teilhard de Chardin; en la que los hilos comunicantes del lenguaje construyen los fragmentos de un único poema, un mapa, un decodificador con el objetivo de vencer a la muerte... Algo más que polvo hemos querido ser y para eso inventamos la poesía.”



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