Como un islote escondido por las olas

Portada "En el bosque francés de la Calle Medio"
* Palabras de presentación del libro durante la jornada literaria en homenaje a José Jaciento Milanes. Matanzas, 12 al 14 de noviembre de 2012
En ocasión de publicarse Extinción (2001), segundo poemario de Abel G. Fagundo (Jagüey Grande, 1973), que apareció bajo el sello de Ediciones Matanzas escribí que este poeta: “(...) re-descubre, con una visión exenta de prejuicios, paisajes humanos macabros, en los que los sufrimientos, tribulaciones y soledades del poeta se revalidan cuando se transforman en el discurso en diálogo plural, por lo que junto redescubrimos nuestras soledades, tribulaciones y asfixias, en esos discernimientos psicológicos que desdibujan, redimensionan, recodifican, no aceptan y cuestionan cánones y valores”.

Ahora, cuando en esta misma casa editora se promueve En el bosque francés de la calle Medio - poética sustentada en el versolibrismo y la trasgresión de zonas ya exploradas de nuestra literatura: insularidad, marginalidad...-  reafirmo cómo el poeta nos presenta un manojo de añoranzas que recuerdan, por momento, un sueño surrealista, preservando su identidad poética, con audacia de blasfemia, y remitiéndonos al simbolismo, a la verdad que pueden revelarnos las cosas más comunes de la cotidianidad humana con lo que corrobora que cualquier asunto, por muy terrenal que sea, resulta susceptible de ser elevado a la dimensión poética.
 
Caminemos, ir por la calle marcando a los suicidas
sin decirles nada, déjalos en la arrogancia, vivos...
Aquí la muerte es real
colorea, anuncia
y nosotros como en París
le ponemos también de cascabel la historia
.
Es feliz esta gente
aunque no las comprendas tú
come sin ceremonias… cuando come
bebe bajo los árboles
hace el amor sin prisa ni pudor
se divierte y canta.
Mira esta calle, o mejor, cierra los ojos, escucha
dánzala con tus huesos lentos.
Es el ritmo de la supervivencia
la civilización y su orquesta mestiza.
En esto, Duprey, la ciudad se parece a tu ciudad
somos aquí refugiados de la suerte.
                   “En el bosque francés de la Calle Medio”. 
Libro intenso este que nos propone el autor, quien apela a la dolorosa emoción sin alardes formales y en cuyas páginas cobran vida el desconcierto, el absurdo cotidiano de la vida pueblerina - habituada a la ausencia de sentido que se respira -, el hombre o la mujer prisioneros de un mundo asfixiantemente vacío e indiferente.


Trovar desde el círculo de la rotonda
en una plaza dividida entre masones y católicos
hacer música desde el interior
en el destierro de las capitales
donde los cantautores insisten en arpegiar contra la indiferencia...
Entre la muchedumbre sorda la melodía atraviesa la ciudad.
Algunos escuchamos la guitarra en el viento
en el eco armonioso que de una columna en otra devuelve nuestra canción.
                   “Trovar desde la rotonda”. 
Estar y ser - motivos recurrentes - signalan el derrotero de un discurso en el que afloran interrogantes en torno a la finitud de las cosas siempre con un lenguaje desenfadado, inconvencional, a veces rudo y despiadado, en una poesía de vigoroso laconismo y fuerza expresiva donde en no pocas ocasiones se recurre a las asociaciones que funcionan como enunciados dramáticos, cual fragmentos salvados que se escamotean sabiamente, conmoviendo por la alta temperatura y delicada brutalidad con que asoman.


El personaje
desmedido poeta de su drama
pretende matar al cazador con su belleza
y olvida la costumbre de las tablas.

- No hay modo de salvar a Hamlet
y mucho menos de salvarse.
En las grietas de proscenio está la trampa
la hostilidad del juego
el telón genocida que lo devuelve a la realidad...
             ¿a la cordura?
sin otros tiempos ni otra historia
que su ineficaz vocación de partir.
                            “Ineficaz vocación de partir”. 
En esta poesía de la intimidad volcada hacia lo externo, de ausencias y emociones que exorciza el pasado y se enfrenta al fantasma de la espera, el lector hallará momentos desgarradores donde el hastío, el desamor y la desesperanza fluyen como ríos de alucinantes mundos en que asoman experiencias vivenciales a partir de ciertos marginalismos del alma.


No laboro en la raíz
ni cultivo habichuelas que se alarguen
hasta el plato de arroz en mis empobrecidas tardes.
Solo me quedan las palabras, signos y fonemas
Que empapan con su lluvia el interior de la casa
versos que no pueden cultivarse en esta tierra
de cítricos y tomates, de azúcar y pimientos.

Poemas que padecen mi infertilidad
la aridez del hombre al que debí estar destinado
el que desfiguró abuela Pachuca
con aquellas lecturas sobre Isadora Duncan
una mujer que cae atada en la rueda de lo imposible
un niño sorprendido que cierra los ojos mientras dice:
- Yo quiero ser la bufanda terrible que va a enredarse en el futuro -
y me enredé
de tal manera la hierba creció alrededor
sobre mí, dentro de mí
que el ejercicio de mi vida consiste en esperar
como la tierra, la semilla de todos los otros.
                                        “Pollo criado en casa”. 
El poeta —acorralado en su cotidianeidad insular, franco y solitario— autorreconoce la inevitable soledad del individuo, y en esas obsesiones convertidas en palabras devela zonas ocultas de la sensibilidad, las angustias del camino, los cuestionamientos del ser, la oscuridad y esplendores de la isla en sus avatares cotidianos y va desenredando, con amarga ironía, las madejas de nuestro propio tiempo y ese sentimiento de inadaptabilidad al medio que le rodea que se traducen en una invencible nostalgia del infinito.


Como a Virgilio
me prometieron una isla
un pedazo de arrecife liviano
golpeado por las aguas
una franja de tierra
con espacio para la silla y el jardín.
Pero soy esto, la mala roca que busca
erupcionar en las entrañas del poema
parir su libertad, sin nombres
como un islote escondido entre las olas.
                                       “La isla de Virgilio”.

La intimidad, ese acercamiento a lo cotidiano y a la poética de la memoria que signalan el discurso de este poemario, ilustran la aproximación de Abel G. Fagundo y su imbricación en las coordenadas líricas de Virgilio Piñera y Eliseo Diego, poetas a los que además, evoca explícitamente en dos de los textos que lo integran.

El diseño artístico de Johann E. Trujillo, quien manipula con singular ingenio ilustraciones de Otto Dix Sy Van Harden acentúa la valía de En el bosque francés de la Calle Medio.

Por: Bárbaro Ernesto Velazco Valderrama
Editor
Ediciones Matanzas 

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