Menciones en el concurso debate Provincial José Jacinto Milanés en su Bicentenario

Los amigos de mi hijo han empezado a marcharse. Los amigos de mi madre han empezado a Morir*
Los amigos de mi hijo han empezado a marcharse,
a habitar otros sitios bajo otro sol, otros
lugares donde nunca será igual la intensidad
de la luz.
Se marchan los amigos de mi niño como lo
hicieron los míos cuando tenía su edad. Y no
sé cómo ensañarlo a entender las lejanías, el
paso breve de los otros.
Los amigos de mi madre han empezado a
morir, calladamente, a destiempo, como casi
todos los eventos memorables, que suceden
antes o después de lo previsto.
Se mueren los amigos de mi madre como
morirán los míos de aquí a algunos años.Y
será igual, a destiempo, porque nunca
son propicias las despedidas.
Mi madre y mi hijo se van quedando más solos.
Hay algo que los junta a pesar del tiempo, la
eternidad que se vuelve distante, menos creíble.
Los amigos de mi hijo han empezado a marcharse.
Los amigos de mi madre han empezado a morir.
Y no sé cómo explicarles a ambos, y que lo
entiendan, que los dos actos son una misma cosa.


Yanira Marimón
*1era mención


Agua de fuego*

I
Inicial
Con la piel del chivo el negro selló la boca de la tumbadora.
Tres aros de metal, madera curada, barniz, algo de cera.
Dos o tres golpes sobre el cuero seco.

La suerte estaba echada,
la apertura de un destino.
De alguna forma,
en algún momento,
la rumba tendría que revelarse.


II
Guaguancó. Sangre de carnero en las manos. Alucino.
El banquete, cabezas de animales muertos, aves decapitadas
trozos de carne, cabras que alcanzaron su esencia.
Aguardiente.
Más tarde entre los vapores del alcohol,
La Zarza encendida, una luz en medio del camino.
Le hablé – quizás hasta le canté – puse en juego mis guías.


- Toma esta música, escucha la sinfonía de mi cuerpo
en mi también habita un pastor acabado
disimula, no mires cuando arrastro mi piel y me desangro
como el labrador que sobrevive asesinando a sus ovejas.
Nos asustamos con la libertad de aquellas sombras
lo rápido que se mezclaron en el baile,
que hicieron suya la cadencia
esa mancha negra e inexacta que empieza a ser el miedo,
que puede olerse aún en la distancia.
Alquilen quiso correr el riesgo, volar contra la altura y el horror
le mataron, como a un pajarillo insignificante y feo
que pretende la aventura del héroe.

En el suelo, sobre las rodillas sangrantes, bailamos,
presos del frenesí y la humedad del verano.
Un grupo de cobardes que aguantan su paredón por turnos.
Cuerpos, sexos que se extraviaron en el yo.
Alaridos que le exigían al difunto
La misa de los decapitados

- Si no fuera por estos sitios del infierno
jamás me hubiera conocido. Rones y música fatal.
Amé, del modo en que sólo puede amar un poeta ebrio…

Un ángel, ha pasado un ángel con el rostro cubierto
no le permitieron distinguir la catástrofe
la premonición que espera en el silencio
que partirá con arrogancia su aleteo, sin remordimientos
¿a quién le importa ahora otro ángel sin suerte?

Por un instante, en la esquina más lenta, hago silencio…
creo hacerlo.
Veo al muchacho sobre la silla, al centro
con la mirada roja y las manos temblorosas,
los bordes lo separan del abismo,
le impiden la comprensión del tiempo.

Él va a morir muy pronto, sediento,
Con un cuchillo grosero entre las costillas.
Su sacrificio es solo otro motivo para que
continúen los golpes de bongó.
Agua de fuego.
Un trago eterno hasta caer con todo el peso
de mi anacronismo…

Me faltaron las alas,
la temeridad de quien emprende el salto..
No pude convencerlos con mi blancura y mi palabrería..
Sentí la primera mordida, el golpe duro, la rumba
el revolotear de los machetes sobre la cabeza.


Abel G. Fagundo
*Mención


Viejo Profeta
Nadie cree en tu inconveniente discurso
ni en tus falsos dolores en el pecho,
un día no muy lejano tendrán sus frutos
no será hoy.
Han surgido nuevos idealistas en el pueblo.
Augurios de impasible aliento
porvenires en rosa
la advertida muerte del rey
el fin de la crisis
palabras que el gentío prefiere.
Favorables discursos para afrontar
la carga del día a día,
con voz precisa y menos arrugada.
Viejo profeta que anuncias la debacle,
la gente tiene demasiados problemas
como para concernirte,
el público es más feliz cuando se le engaña,
todos saben que esto va de mal en peor
pero no les da la gana escucharlo.
Recuerda que la esperanza es solo el Cavilo
Ilusus que pretendemos creer
para que todo tenga sentido.
Claro que sabemos del nefasto final que nos depara.
Barcos chocaran contra los riscos y no habrá nadie...
tragaremos tanto azul como borrachos empedernidos,
algunos miraran hacia atrás
convirtiéndose en estatuas de sal.
Viejo profeta,
reescribe nuestra fatídica historia
regálanos una última sonrisa
invéntate un buen final.

Richard Valle
* Mención 


Tomado de la Revista Matanzas


Comentarios