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Mostrando entradas de febrero, 2017

Un premio que le debemos a la literatura nacional

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Por: Abel G. Fagundo Al principio fue una sensación amarga, como la que se siente ante las cosas injustas, ahora ya es molestia franca. Imaginé durante algunos años que se me escapaban la mayoría de las variables que estaban en juego, que veía solo algunos árboles y no todo el bosque; pero las justificaciones se van oxidando, algunas envejecen ridículamente…  No se puede justificar -al menos yo no puedo- que Guillermo no tenga el Premio Nacional de Literatura. No desmerito a ninguno de los que bien lo han ganado; pero ya pasa de ser una prolongación ¿Un castigo quizás? para convertirse en un error de dimensiones histórico-literarias.  Si al final, no se lo dan, la literatura tiene la última palabra. Los contemporáneos pasaremos, luego saldrán a flote las pequeñas mezquindades, los demonios que habitan en toda generación, el mal aura de quienes ostentan determinados poderes, tensas influencias. 

Mis últimos agostos del siglo XX

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Por:  Abel G. Fagundo En los finales del siglo XX –ese intenso período de revoluciones y caídas al abismo– un grupo de jóvenes de la provincia nos reunimos en Colón, liderados por José Manuel Espino, quién  cada cierto tiempo tiene la virtud de renovarse y dejar entrever la chispa del muchacho tras sus ojos. Aquellos encuentros de jóvenes creadores fueron como una barcaza en medio de la tormenta. Las condiciones económicas lijaban la esperanza –circunstancias más que conocidas sobre las que se han hecho múltiples lecturas– Colón se convirtió entonces en una especie de refugio cíclico,  intenso;  breve invitación para reunirnos por dos días, leer poemas, escucharnos y sobre todo compartir, interactuar. Esos momentos entre la galería municipal, la casa de visita de cultura y el hotel Santiago Habana fueron otro punto de partida, quizás el espigón de izaje. Yo había descubierto la poesía entre las flores –casi fantasmales– de dos ceibas muy próximas, su sombra. El libro de poem