De un tiempo que se pierde en mi memoria.
* Texto enviado por
Damaris Calderón para ser leído en el espacio “Como Ángel Cierto” de Ediciones
Matanzas. Esta tertulia fue dedicada a Abel González Fagundo, el 17 de
diciembre de 2010, en la “casa de las letras”, antigua morada de la poeta
cubana Digdora Alonso.
Si, como dice Eliseo Diego, uno no
nace en un sitio por azar, sino para dar testimonio, más de algo habrá, áspero,
agridulce, como las naranjas de su suelo, que testimoniar de Jagüey Grande, ese
pequeño pueblo, al sur, donde las tablas de las maderas de sus casa, de sus
empalizadas, no han podido impedir que irrumpa la poesía, saltando las
ventanas, los cerrojos.
De un tiempo que se pierde en mi
memoria, como los trillos del pueblo, son
mis imágenes de Abel, de “ Abelito”, con sus primeros poemas, llegando a
un taller literario, que, como un candil, iluminaba Yolanda Brito. Ahí vi
crecer sus versos y luego sus libros, publicados con ese aroma de la provincia.
“ El costal de los pecados”,
“Extinción”, traían sus versos
parcos, sudados, martillados, diría,
entre el trasiego de lo poético con lo real, en sus negaciones, en sus
negociaciones, en sus desacatos. En su poesía han hallado espacio el labrador,
las semillas y también lo que se engendra y se extingue con una anónima
heroicidad, abriéndose paso en ellos la ruralidad, el mar, el navegante, el
hombre y su animalidad. Así, recuerdo un
poema como El Mulo, donde este animal de cruza, devenido alado en Lezama, por su
caminata sobre el desfiladero en el abismo, retorna, en Abel, con el
desfiladero cotidiano y la esterilidad: El
El señor
del pelo blanco
saca
sus plátanos de la jaba negra,
se
mezcla el juego natural de los colores.
Yo
jamás he trabajado
con
la dignidad que espera ese señor de un hombre,
mis
poemas no paren frutos
que
puedan comerse con la felicidad del sembrador.
Mis
poemas son como mulos,
asisten
al desequilibrio de la vida;
pero
no alcanzan a reproducirla por si mismos.
El
señor del pelo blanco
va
a morirse en paz,
yo
moriré con el dolor rabioso
de
las almas inútiles.
(El mulo)
Y sin embargo, por sobre la “inutilidad”, la marcha en
el abismo, la obstinación, la escritura. Recuerdo uno de los últimos encuentros
con Abel, (estaba dejando vicios) y me dijo que , sin el alcohol, la vida se
veía menos alegre, más gris, difícil de soportar. Y recordé las palabras de Eliot,
“un hombre no soporta mucha realidad” y la refutación a lo “real” y su
transmutación rebelde: la poesía.
Creo que hay
espacios más propicios o amables, para que las cosas y los hombres florezcan,
y otros, cuya dureza hace que lo que nazca en ellos, aún contra ellos,
sobreviva. Creo que desde esa autenticidad, desde esa supervivencia, esa
rebeldía, se expresa la poesía de
Abelito.
En la poesía
entonces, y desde este otro sur, quiero mandarle un abrazo a Abel, con mi
cariño y complicidad, de los que crecimos con ( y a pesar) del sabor de los
cítricos.
Damaris Calderón
Santiago de Chile
Septiembre - 2010
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