Las aguas de la isla

En una isla las fronteras son límites de agua, espacio líquido que no puede atravesar el caminante con sus piernas. En Cuba -atrevido pedazo de tierra que sobrevive en el medio de un golfo inquieto- todos somos de algún modo antiguos navegantes, sobrevivimos con la herencia del mar en la memoria y las deudas del marino en puerto, dispuestos a zarpar siempre que las corrientes nos permitan el regreso, la llegada triunfal.

Archipiélago cercado por el azul del caribe, sangrante por las aguas interiores de sus ríos y lagos, agredido por las tormentas y huracanes, lluvias de un pacto tropical que pareciera estar escrito en toda nuestra geografía; y la vez esa dualidad, ese Sol limpio que nace inesperadamente, justo cuando las aguas del país simulaban el fin. 
El poeta en Cuba ha estado obligado a un contacto permanente con el mar, con los ríos, con las tormentas, las lluvias de verano que nos obligan a la contemplación, expuestos al sonido tramposo de las gotas que se anuncian por todas partes. Ese contacto con el agua la ha dotado de una multiplicidad de significados, símbolos que están presentes en nuestra poesía y que son abordados desde estéticas muy heterogéneas. Desde la poesía descriptiva de José María Heredia, -de quien aprendimos según Enrique José Varona “El sentimiento de la patria” -¿Qué rumor?, ¿Es la lluvia..? Desatada / Cae a torrentes. ¿Quién es, sagrado Mar, quien es el hombre / A cuyo pecho estúpido y mezquino / Tu majestuosa inmensidad no asombre. Hasta “Agua”, un poema contemporáneo escrito por Damaris Calderón; texto que leí por primera vez en 1988, a la edad de quince años, y aún hoy, después de tantas lecturas, me sigue conmoviendo por su eficacia, No digo nada. / Sólo / que es tan limpia / tan limpia que lastima. 
Esta selección obedece a esa simbiosis del poeta cubano con el agua. Se incluyen 27 autores y los textos que se publican están en relación estrecha con esa unidad. La mayoría fueron escritos por poetas matanceros, o poetas que en su tránsito o su estancia en la ciudad han dejado, escritas en verso, sus memorias. Matanzas es una ciudad rodeada, embellecida y siempre amenazada por sus aguas, se levanta desde las faldas de una de las bahías más profundas y luminosas del país. Es terciada por sus tres grandes ríos, Canímar, San Juan, Yumurí. En sus esquinas, en sus baches, en las sombras de las viejas construcciones, el agua se encharca, se funde en pequeños riachuelos que como los poetas de las islas, siempre buscan el MAR. 
Las recopilaciones, las antologías, las selecciones, son imperfectas e injustas, es por eso que casi siempre el seleccionador está obligado al guiño, a sugerir su disculpa que es un modo claro de reconocer su propia imperfección. Muchos autores han quedado fuera, algunos porque no encontramos un poema que respondiera a los intereses de la breve antología, otros porque no pudimos acceder con el tiempo suficiente a su obra y así, un número mayor de causas que no es necesario mencionar. Sin embargo, es importante decir, que los requerimientos de la edición para Web, sus limitantes en cuanto a la cantidad de texto a mostrar por páginas y otras vicisitudes relacionadas con la edición digital, nos impidieron hacer una selección más extensa por autores, muchos de los que están aquí antologados, poseen más de un poema que hubieran sido incluidos en otras condiciones. 
 
Las aguas de la isla, no es una selección cerrada, es apenas un proyecto inicial sobre el que la revista Mar Desnudo espera volver, quizás la edición de una antología digital en formato PDF, más abarcadora, más abierta a otras aguas, sea en este caso, nuestro puerto final. 
De una gota
salta espléndida la vida.
Con estos versos de Juan Luís Hernández Milián estas palabras terminan su puente hacia la poesía.

Abel G. Fagundo 

Agua


Así la conocemos
Y le admitimos
Agua.
Nos mira y se retrae
en sus burbujas nítidas.
Ignorada
nuestra avidez humana.
Esta corteza por la que somos superiores
tan animales a nuestros semejantes.
No nos escucha precipitarnos.
Construirnos
sin su líquida usanza.
Ha negado
la semejanza a nuestras manos
cuando la proponemos,
sosteniéndola.
No digo nada.
Sólo
que es tan limpia
tan limpia que lastima.
Damaris Calderón


Este texto pertenece al libro de poemas “Con el terror del equilibrista” publicado por Ediciones Matanzas en 1988

Damaris Calderón (La Habana 1967). Ha publicado entre otros títulos: “Con el terror del equilibrista” (Ediciones Matanzas, 1988), “Duras aguas del trópico” (Ediciones Matanzas, 1992), “Guijarros” (1994), “Duro de Roer”, (Las dos Fridas, 1999), “Sílabas Ecce Homo”, (Letras Cubanas, 2001)


 
Animales pudriéndose en la orilla del Yumurí
En la mojada tarde los cangrejos
irrumpen entre el fango sangroso de la orilla del río.
Otros animales son como diocesillos que se pudren silenciosamente
al viento.
A un hombre le aterraban los espacios infinitos.
A mí la vida y este mínimo sendero
que va de mi casa a la cervecera
y de la Marina hasta el puente.
Pero yo sólo creo en el amor
y en esas breves espinas
y en los peces que se prolongan en sus márgenes
con sus vientres hinchados. Verdes moscas metálicas(cantáridas)
y negras. Las profetizas revoloteando y en un insecto
traslucido que guía mis pasos a contrasombra.
Brota la vida de sus humildes cuevas
y me saludan.
Pero me agrada ser el que se borra sin creer nada.
El universo es este caminito,
el que me fortifica y amplía,
el que me aparta de los hombres malos;
el que me justifica ante esos perros, esos gallos,
esos corderos que se inflaman y dejan que brote el sol
de sus entrañas,
esos hermanos míos que se marchan…
Fieles, quejumbrosos y únicos compañeros en esta travesía.
Y yo no creo en Dios pero de toda
está podredumbre
renacerá la vida…
Luis Marimón
Este texto pertenece al libro de poemas “La decisión de Ulises” (Ediciones Matanzas, 1988)

Luis Marimón (La Habana, 1951-1995). Poeta. Vivió la mayor parte de su vida en Matanzas, donde su figura es hoy una leyenda en el ambiente literario. En vida sólo publicó dos libros: “La decisión de Ulises” y “El bibliotecario del infierno”, pero dejó ineditos al morir otros nueve cuadernos.

Buscando el agua
En la noche escuchábamos la sierra.
Luego vi a Cash puliendo la madera.
Al regresar Verdaman dijo:
“Mi madre es un pez”
El animal saltaba buscando el agua
pero no podía encontrarla.
Fue cediendo al polvo
sus deseos de vivir.
En el ómnibus una enfermera cuenta:
“Aquel hombre
era un pez”
 
* * *
 
Una frontera se avizora
mientras avanza la línea.
No es el cartel que anuncia
el próximo municipio;
mucho menos la garita,
el guardia y el pasaporte.

Es la frontera del agua.

Alguien dice:
“Sube la ventanilla”
Israel Domínguez
Estos textos pertenecen al libro de poemas “Después de acompañar a William Jones”, (Letras Cubanas, 2006)

Israel Domínguez (Placetas, Villa Clara, 1973), radica en la ciudad de Matanzas desde hace más de una década, entre sus poemarios publicados se encuentran, “Hojas de cal”, (Editorial Abril, 2001), “Collage mientras avanza mi carro de equipaje”, (Ediciones Vigía, 2002), “Sobre un fondo de arena”, (Colección Sur, 2004)
En la sequedad
del río he contemplado
la sombra del agua.
 

Yo miro al pez.
Bajo la piedra llueve.
El pez se hunde.
 

El agua muerta
en la mano del padre
vuelve a ser río.
 

El agua pesa
demasiado en la mano
del moribundo.
 

Mínimas sombras
cada gota de lluvia
esconde un ser.
 

He abierto
al mismo pez dos veces
buscando el mar.
 

Las costureras
pueden hacer con poca
tela una isla.


Este texto pertenece al libro de poemas “Hendiduras”, (Ediciones Aldabón, 2005)

Leymen Pérez (Matanzas, 1976). Ha publicado entre otros los siguientes libros de poemas, “Números del escombro”, (Ediciones Matanzas 2002), “Pared con grabado de Pollock” (2004)
Crónicas del náufrago
 
Pedazos de mar sobre el náufrago
dan a la tierra su visión sombría
y poderosa majestad del imperio tardío.
Sitio donde los hombres siempre han de volver,
como un tango en las noches ebrias.
Náufraga tierra mar,
naufrago mar en tierra,
tierra de náufrago es el mar.
Juego, más que de voces, de sangre,
complicidad provinciana del hombre-bestia
que ha sido manso.
Y se dio a las aguas de ríos lejanos,
extrañas orillas de cómodos puentes.
 
Ironías del mar.
¿Dónde hallar la frontera justa de la desembocadura?
El legendario desagüe es un complot
de lo funesto.
Soledades que se mezclan para tentarnos al viaje.
Y el poeta lo sueña,
lo quiere beber a prisa con la pasión del que muere.
 
Ironías de la tierra.
¿Dónde hallar la exactitud de las costas?
Siempre hay una parte de este país
bajo las aguas,
en los huesos del náufrago.
 
El hombre-bestia reconoce la mitad
y la pequeñez de sus manos.
Está, aparentemente, hecho de tierra.
Ni cerca, ni lejos del mar.
Ni cerca, ni lejos del poeta.
Es el náufrago.


Este texto pertenece al libro de poemas “Imagen y Semejanza”, (Ediciones Matanzas, 2001)
Mae Roque (Jagüey Grande.Matanzas, 1972). Ha publicado entre otros libros de poemas, “Imagen y Semejanza”, (Ediciones Matanzas, 2001) “Yo, Safo”, (Ediciones Mecenas, 2004), “Aguas muertas” (2004), “La Ronda”, (Ediciones Vigía, 2005)

 
Capernaum
 
  (...) cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos
oído que se han hecho en Capernaum,
Lucas 4.23
Bello nombre el de tus piedras
marcadas para la destrucción.
Una ciudad sobrevive, ya lo sabemos,
por el sendero que conduce a su armonía con Dios.
Veré muchas ciudades caer entre las islas,
perdidas para siempre en la memoria
de un caribe destinado a las olas,
a ese mar que no descansará un segundo
mientras la tierra siga irreverente entre sus aguas.
 
 
San Juan reiterado
Al río San Juan
 
Primero hay que salvar a la ciudad
para que ella te salve del futuro,
y un provinciano humilde se bautice en tus aguas
mientras sueña con sirenas
de cantos marginales
que cruzan por tus puentes como diosas,
o pueblen tus entornos
en busca de otros cuerpos ajenos que la invadan,
para que el pescador,
quien te define,
recoja en el vientre de un pez,
el cadáver limpio de estos versos.
 
 
Abel G. Fagundo.Estos textos pertenecen al libro de poemas “El costal de los pecados”, (Ediciones Matanzas, 2006)
Abel G. Fagundo. (Jagüey Grande. Matanzas. 1973) Ha publicado entre otros los libros de poemas, “El sitio de las memorias”, (Ediciones Matanzas 1991), “Golpes de Dios”, (Ediciones Vigía, 1999), “Extinción”, (Ediciones Matanzas,2001)
Apología del recuento I
 
Desde una ciudad inerte
desprovista de mí
impasible de mí
vuelvo los ojos al mar
único punto cardinal posible
e intento escribir un poema distinto
que hable quizás de la esperanza
de una casa como la que he visto
...en sueños
adonde llega con nitidez
el sonido de las olas
y en cuyos portalones blancos
mi abuela se sentaría a descansar
 
pero esa sería la historia de otro
yo sólo alcanzo a cantar al miedo
al recuerdo de una casa
...con paredes rotas y techo de cinc
que hacía más terrible el estampido
...de la lluvia al caer
yo sólo puedo imaginar a mi abuela
tras una máquina de coser
maldiciendo la miseria
la mala suerte mala
(sensación de hambre y cuchillos)
a mi abuela muerta a destiempo
sin flores
con una biblia sobre el pecho
 
Austera,
sobreviviente al hoy fugaz
que vence sobre el ayer incierto
al hoy ...conato ...alucinación de vida
al hoy de páginas en blanco
...en que dudo a veces ..con terror
puedan volver a nacer versos
..de mis manos
 
yo sólo puedo cantar a los vencidos
a aquellos que vuelven sus ojos
...al mar y no al cielo
desde una ciudad sitiada
...por el vértigo

Yanira Marimón.
Este poema pertenece al libro “La sombra infinita de los vencidos”, (Ediciones Aldabón, 2005)
Yanira Marimón. (Matanzas, 1971) Ha publicado entre otros libros de poemas, “La sombra infinita de los vencidos”, (Ediciones Aldabón, 2005)
  
Ana Mendieta pone flores para su tumba

...Frente al mar están también las flores que Ana Mendieta puso para su muerte.
Flores para quienes no fueron especialmente felices, para quienes dejan en el mar
los restos más queridos y las ofrendas más pobres.

...Imágenes que son guardadas en la piel de Ana Mendieta, como
si alguna vez la arena vuelva a estas playas. Espejismos escritos en el
mar que hace náufragos a los que van y los que vuelven.

...Ana existió así: sin comprender el arroz con pollo de algunos domingos, sin
preguntar por los plátanos que fríen en las fiestas de santo, o por la mudez del
anciano que frente al mar ya no sabe cuál fue su lugar de nacimiento. Ana sólo
duerme desnuda sobre la arena, como si acaso no dejara ver en los ojos manchados
por su isla, cómo la Isla habitaba su corazón del pedazo más dulce de nostalgia.

...Ana era una flor debajo de su cuerpo, entre los gritos de horror de quienes lloran la
patria que no han visto, y el júbilo de quienes no comprenden quizás cuán distantes
del sueño están los que no llegan.
 

Gaudencio Rodríguez SantanaEste poema fue tomado de la antología “La última cena” (Ediciones Aldabón, 2002)
Gaudencio Rodríguez Santana. (Perico, Matanzas, 1969). Ha publicado entre otros, los libros de poemas “Accidentes”, (Ediciones Matanzas, 2003), “Teatros vacios”, (Ediciones Matanzas, 2003), “En la moviola”, (Ediciones Avila, 2006)
Hijo del agua
 
I
 
Hijo del agua,
pon tu cabeza con la misma frialdad que convoca.
Guardo todos los peces
y una brisa para tenerte.
Hijo del agua,
besa esta arena turbia,
descubre que ha sido mi sombra
la encrucijada entre la muerte y la muerte
de estas ansias de acariciarte, lejos
como el agua que soy,
como el pecho que duela,
como los amigos que traicionan,
como tú, como soy para empaparte del milagro.

Mira,
aquí están las conchas que has de envolver
en tu nariz chata
y en la oblicuidad de tus ojos.
Detén esta furia
sólo deja que la espuma
vuelva a ser tan blanca como ayer,
si es posible,
hijo del agua;
no te sumejas.

II
 
Tirar las cartas,
contagiarse del engaño
para que la ficción se junte con un beso.
Tirar las cartas con un vaso de cristal lleno de agua
y el vaso es un río
como esta calle donde amé otras ficciones.
Tirar las cartas y enjugar los ojos
vivir otra vez el juego
As de espadas y vuelve
el río dentro del vaso
y sale el cristal a romper la memoria.
Quisiera llorar ahora mismo
hacer más veloz el tiempo y que las cartas sigan cayendo
con el olor de este suspiro que me ensancha los tímpanos
Yo era feliz
con un libro abierto a la mentira
tiraron las cartas
y fui un vaso de cristal
agua de río
que corre más de prisa.
 
III
 
Temo que los arcos de la noche me sorprendan
abrazando el río
donde mamá teje las melodías
y hace humear el café
para beberlo de un sorbo,
debo a este rito
la cómplice inocencia de las aguas
cuando el puente se eleva
para acariciarme.
En las noches suelen confundirse los sonidos,
la propia música del agua,
el café humeante y los lamentos de mi madre
que vienen colgados de mis ojos
como un ánfora en reposo,
temo entonces que los arcos de la noche me sorprendan
abrazando el río, arrojándole una flor
para concluir lo que nunca pude;
ensayar la inocencia del agua.
Javier Mederos Zuaznábar.


Este poema fue tomado de la antología “Poetas en Matanzas VI”, (Ediciones Matanzas, 2006)
Javier Mederos Zuaznábar. (Colón, Matanzas 1971) Tiene publicado los libros de poemas “Ciudad de árboles dormidos”, (Ediciones Vigía, 2005), “Juego de Naipes”, (Ediciones Aldabón, 2006)
Matanzas
 
I
 
No salven a la ciudad
que yace deshojada
puede perderse en las tardes y caminar descalza los ríos.
 
En sus muros se hiela el espacio y queda inmóvil la luz.
 
Que se esfume en la lentitud de los trenes pero que vuelva
donde andan moribundos los barcos y el musgo es una senda imprevisible.
 
II
 
El caminante de los pies grises
se posa en el campanario más alto para llorarle a los tejados su mudez.
 
Esta ciudad quedó atrapada
en el espacio interminable de un instante, en un vuelo eterno.
 
¿Quién vertió este cántaro de islas y peces sobre mi cuerpo?
Alguien muere perdido.
Un hilo de polvo se eleva.
 
Las ballenas hieren la transparencia,
se lamentan las aguas de ser indiferentes a sus ojos.
Si pudieran ahogarse en lo profundo.
 

Este poema fue tomado de la antología “Generación de los invisibles”, (España, 1991)

Julieta Bermúdez.
(Matanzas, 1977). Ha publicado “Los reyes iluminados”, (1999)
  
Espejismos
 
Pasan los pescadores en sus barquitos contrahechos,
el río es una cinta que lleva sólo agua;
los barquitos no son más que espejismos
creados por la luz a esa hora de la tarde.
 
Los pescadores lanzan sus redes contra el río
y tibias columnas de agua apenas se levantan.
Algún pez queda siempre prendido en la memoria
de los hilos del hombre que voltea la cabeza.
 
Lo hemos visto a esa hora, inicio de la sombra.
Hemos querido creer en un muelle que espera
la llegada de los barquitos solitarios
a echar desde sus vientres la riqueza del río.


Este texto fue tomado de la antología “Poetas en Matanzas IV”, (Ediciones Matanzas 2006)
Jacqueline Font (Matanzas 1962). Ha publicado entre otros los libros de poemas “Retratos”, (1988),”Las puertas cerradas”, (1989)

  
Escrito para un señor de Matanzas
 
Cuando a media mañana, insatisfecho, el sol se acuesta
sobre el mar en calma, la inmensidad por donde
el pescador regresa calladamente se convierte en nada.
Entonces llegan dorados caballos a lavarse las crines
en los férreos dominios de las aguas que les mantienen
la cabeza erguida como se irán después hacia las lomas
para pastar soberbios por igual felices.
Usted recuerda como yo no olvido la sensación fugaz
de la mañana y la inconmensurable sombra con denuedo
cubriendo la ambición de la bahía, de frente a nuestras casas
espaciosas para las confidencias y disfraces del tío
transfigurado en lo que nunca pudo ser, el pobre.
Y los conspiradores delincuentes y la marquesa loca de Versalles
con toda aquella piel color rosa, desnuda sobre el puente,
paseando su belleza momentos antes de lanzarse al río
jardín de delirantes que hacían bacanales al resplandor
levísimo del agua y la iluminación de un trasatlántico
ardiendo imperturbablemente.
Ella había enloquecido con el humo y limpiaba mi cuerpo
de gigante mordido por feroces escorpiones que huían espantados
por el fuego bajo el cual pasaríamos el resto de la vida,
sin hablar de mujeres, el gusto familiar de la madera,
y una bebida con su efecto triste.
Yo memorizo playas siempre nítidas y a veces azotadas
por vendavales con esmero.
Descríbame en detalle los caballos, exíjale a su lengua
mis palabras, y minuciosas manos, alzadas, como éstas
irán con bríos a manifestaciones callejeras, ansiosas
como antes sin sosiego, a reclamar la libertad
y el nombre, un solo nombre para ese momento
cuando el sol se acueste sobre el mar en calma.
Tiempos mejores nunca más veremos y ella padece
de profundo insomnio.


Este texto pertenece al libro de poemas que resultó ganador del Premio Casa de las Américas del año 2004, “Esta tarde llegando la noche”, editado posteriormente por la Colección Arte de Nuestra América de la Casa de las Américas.
Luis Lorente (Matanzas, 1948). Ha publicado entre otros los siguientes libros de poemas, “Las puertas y los pasos”, (1975), “Café Nocturno”, (1984), “Ella canta en la Habana”, (1985), “Aquí fue siempre ayer”, (1997)
Concilio de las aguas
(fragmentos)
 
 
I
(Las trágicas señales)
 
Rumbo al San Juan mis ojos son eternos;
siguen las turbias aguas del despojo.
Algo se hunde y no encuentra una tabla.
No digan que el San Juan es un destierro.
No quiero oír esos disturbios, esas bufonadas.
No quiero ver sus polvos formando una viscosa penumbra en los
recodos.
No digan que el San Juan es un destierro.
Los ríos sólo cuentan el despacio huir de su leyenda.
El San Juan sólo puede reproducir la imagen ingenua de las tejas.
humedecer el corazón abierto del madero que alumbra las tablas,
en días de fundar
y amordazar el polvo de las piedras ungiendo el armonioso crujido
de las aguas.

II
(Una contracorriente)
 
Creo en los ríos, creo en sus lealtades.
Se amoldarán las aguas a otros cauces
para la luz de trigo o la calma del fuego,
para animar la fiesta del sediento.
Pero hay los que van de orilla a orilla
pregonando los límites,
la estrechez de los márgenes, el tedio.
Los ríos necesitan una contracorriente,
las crecidas,
nadadores que burlen el silencio
con que aceptamos la defunción común.
 
III
(Entre dos ríos)
 
Yo vivo entre dos aguas,
toda mi tierra insomne entre dos ríos
que dan a un mismo mar, a un mismo manto.
Pasa el San Juan, sigue pasando;
es una calle más y está pasando,
detiene la ciudad, lava su rostro.
Entre sus ruinas viven sus peces de cristal
que son el corazón de sus amantes.
El San Juan es romántico y las piedras
pueden romper el vidrio de los enamorados.
Viene del valle, el Yumurí lejano,
llegando siempre, presto a las contiendas, como buen montaraz.
Líquenes hay que bordan finamente sus rocas,
lujosas armaduras que habrán de protegerle.
Un instante de brillo en los postigos,
la humedad en los puentes,
su fugaz transparencia en la ribera;
por la ciudad, apenas entrevisto,
pasa raudo hacia el riesgo de los mares
 
V
(Donde mezclarse pueden)
 
Aguas que no son aguas.
Anden prestos los hombres.
Aguas que no son aguas
van tomando la forma de las formas,
acomodando toda su moldura.
Avidamente entran para cruzar los riscos,
y hay oscuros niveles, subsuelos anegados,
tiernos mantos donde pueden mezclarse
como el silencio de las fuentes sin agua.
 
VII
(La eterna aparición)
 
No hay casa en la ribera.
Toda su luz ha sido desvastada.
No es un sueño pueril, no es un mal sueño.
Quieta el agua remansa.
La noche en vilo teje su corteza.
Impasibles los hombres buscan sus puertas, buscan.
Las aguas van copiando un boceto frugal de su memoria,
la albura dúctil de la casa, el barro.
Rumbo al San Juan mis ojos son eternos.
Será eterna también la aparición que desdoblará el agua
en sus espejos.
Este texto pertenece al libro de poemas “Concilio de las aguas” (Ediciones Matanzas, 1989)

Alfredo Zaldívar (Holguín, 1956) Ha publicado entre otros los libros de poesía, “El ángel blanco” (Ediciones Vigía, 1998), “La vida en ciernes” (Ediciones Matanzas, 2002), “Papeles pobres” (Ediciones Unión 2003). Es fundador de Ediciones Vigía, editorial matancera de gran prestigio nacional e internacional.

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