Anexionismo simbólico

Por: Abel G. Fagundo

El sábado 16 de abril, en un breve reportaje desde La Habana trasmitido por Tele Sur, la periodista Fabiola López entrevistó a uno de los artistas participantes en una exposición dedicada a la bandera cubana. El joven –con esa agilidad segura tan común en las edades más rebeldes- Le dijo (más o menos), “lo que no estoy dispuesto a tolerar es el anexionismo simbólico”.

La desconstrucción de los símbolos nacionales y la construcción de nuevos escenarios simbólicos acompañados de los mitos importados que los sustentan, es una de las tantas estrategias diseñadas para profundizar la hegemonía cultural imperante, (concepto de dominación desentrañado por Gramsci, cuando una parte de los ideólogos no comprendían –aún- que la supremacía económica, militar y política no era suficiente, no cubría todos los espacios del poder). Y hay que reconocerlo, los estrategas del orden mundial globalizado, han sido muy eficientes en este territorio de ofensiva.

Son sus imágenes, audiovisuales, concepciones y paradigmas comunicativos los que gobiernan una vasta franja del universo simbólico de occidente -y un poco más allá- dentro de las propios cinturones de la resistencia se suele coexistir –a veces sin alertas- con la agresión perspicaz, sigilosa y contaminante que dicha hegemonía ejerce. Sobre este tema han disertado autores con la hondura de Luis Britto García, Ignacio Ramonet, Naomi Klein, Noam Chomsky, quien no hace mucho nos legó esa joyita titulada “Las diez estrategias de manipulación mediática”. Junto a otros, han descrito la esencia del proceso, profundizado en sus métodos y alcances; nos han mostrado un cuerpo conceptual que nos permite comprender el fenómeno; pero en la práctica, en el terreno de la acción social, el enfrentamiento no ha resultado ser efectivo. Es una guerra sutil, agua enjabonada que se filtra por cada hendidura que dejamos al descuido y ya no es posible ni recomendable cementar toda la superficie. Un combate desequilibrado –si medimos el poderío instrumental de los contrincantes– pero donde quedan espacios para las guerrillas contraculturales, para sostener áreas de resistencia y en ellos el arte tiene –y tendrá– la relevancia de David, aunque necesitará más de cinco piedras y no puede asegurarse que comparta su destino frente a los Nefilim actuales.   

En ese mismo reportaje –trasmitido en la mañana, unas horas antes del  inicio el 7mo Congreso del Partido– las imágenes nos dejan ver una bandera cubana que fue moldeada con tubos de gas refrigerado (obra instalativa); el mecanismo está activo por lo que da la impresión de estarse descongelando; pero por cada gota que se derrama otras se congelan. Interesante metáfora lograda por el artista, con más de una lectura. En este caso se amplía el aforismo “una  imagen vale más que cien palabras”, también las provoca y en mi caso, agradezco el instante.

Comentarios