Chanel pasea La Habana
Por:
Abel G. Fagundo
La
presencia de Chanel en La Habana, es otro episodio en el guión que se escribe
para nosotros. Ya conocemos el argumento y mientras la trama avanza se hace
menos difícil la aventura de predecir los potenciales desenlaces. La historia
no es una telenovela –verdad de perogrullo- pero el poder modela muchos de sus
acontecimientos. (El poder en todas partes del mundo) la efectividad depende de
la capacidad para minimizar las variables del azar y de redefinir –muchas veces
sobre la marcha- lo que no ha funcionado en una etapa donde el signo es la
modificación estructural paulatina de sus políticas.
Las
reacciones sobre la presencia de Chanel en el Prado habanero fueron diversas. La
mayoría pertenecían a posturas
esperadas; con mayor o menor hondura, de un lado u otro de la línea de fuego,
aunque en este caso la pólvora estaba muchas veces mojada y se usaron algunas balas
de fogueo. Entre lo entretenido o lo ridículo, según la postura de quien
estuviera mirando a través de la ventana. Algunas opiniones llamaron mi atención,
no solo porque provenían de autores que suelo respetar, también por la heterogeneidad
intelectual de los mismos; como para darle una mirada a lo que la prensa
recogía por aquí, por allá.
No
soy un conocer del mundo de la moda, sus vericuetos se me escapan; pero no hace
falta serlo para comprender que para la casa de moda francesa con raíces
internacionales, la presentación liderada en Cuba por el diseñador Karl
Lagerfeld; es un show aprovechable en cuanto a lo que significa como estallido
publicitario.
A la cultura cubana no le hace falta Chanel, pero sus productos quizás
estén muy pronto en el nuevo mercado interno de la isla. Se sumaran así a la
profundización de una hegemonía cultural que solo puede negarse desde la
ignorancia. No tengo
nada contra la belleza ¿alguien puede acaso cerrar los ojos?. Ni contra el
glamour de las apariencias. Me disculpo con sus cientos de miles de
entusiastas; es quizás porque soy feo, pobre y he escuchado sobre las pociones mágicas
del maquillaje, de la habilidad técnica de los retocadores en photoshop; quizás
por eso he sido “deformado” por una concepción menos tibia de lo real y prefiero
el tráfico aleatorio de las avenida, los bulevares, la belleza sin lastres,
antes que la ilusión lucrativa de las pasarelas.
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