Economía nacional y noche de versos con Gaudencio Rodríguez


Por: Abel G. Fagundo
El anfitrión se levantó de su silla y ocupó un rincón a la izquierda del público. Las manos juntas a la altura del pecho, el gesto de la palmada muda, tan habitual en las maneras con las que Alfredo Zaldívar comunica las intenciones de una iniciación.  En la casa de las letras Digdora Alonso, sede de Ediciones Matanzas,  el poeta Gaudencio Rodríguez era presentado como el protagonista de este miércoles de poesía. Autor y verso en esa unidad compleja y poco frecuente en la que el ser humano acompaña – en un mismo espacio- a su creación literaria. 
 



Gaudencio Rodríguez Santana

La mayoría de los textos seleccionados para su lectura pertenecen al cuaderno Economía Nacional, un título que provoca suspicacias, la apariencia de una entidad lejana a lo poético. Después del primer poema la relevancia se desplaza hacia la esencia de lo que se escucha. Los recitales poéticos pueden ser engañosos y la audición no es el sentido más confiable para la percepción de lo poético, sin embargo, Rodríguez Santana leyó con serenidad, sin efectismos histriónicos, como si estuviéramos en la informalidad de una habitación amiga.

Economía Nacional  transita por los avatares que bordean el cierre de los ingenios azucareros, la caída de esa industria, sus huellas en los seres humanos, en los territorios físicos y socioculturales que sobre ella se sustentaban. En algún momento fue inevitable aludir a la Zafra de Agustín Acosta, en este caso por contraposición. El libro más conocido de Acosta, fue escrito en un momento en el que el azúcar era la principal fuente de riquezas de Cuba; Economía… recoge la tragedia agreste de un tiempo donde los cañaverales ya no pueblan los campos. La lectura del poemario será imprescindible para ahondar en análisis y analogías.

En el número correspondiente a mayo-agosto de 2015, la revista Matanzas adelantaba cinco poemas de este libro que por aquellas fechas y según las palabras del autor: “aún se estaba horneando”. Recibimos este miércoles de mayo, a un poeta que se anunció desde los noventa. Una de esas previsiones que se consuma. Hemos escuchado –una y otra vez- sentenciar y etiquetar la madurez de un escritor, el abuso de un calificativo termina a veces por desacreditarlo; en este caso, no es retórico  aseverar que Gaudencio Rodríguez Santana,  ha alcanzado esa región poética donde el oficio y la sensibilidad alcanzan un estado de fértil comunión.




Selección de poemas del libro en proceso de edición “Economía Nacional”

Lectura de Lorenzo García Vega De algún modo también
me asomo al texto. Leo poco
de las hojas lejanas, dibujos
que afilan sus bordes
y cortan las palabras que quise
de un modo natural.
Me asomo a lo que fue
una estela de palabras truncas.
Aire que pasa
entre las hojas, imagen
que se disuelve en el texto.
Vivir el texto mismo.
Ser el texto ante lo oscuro
de una puerta cerrada.

Dos patrias tengo yo; Cuba y la noche.
José marti

A VECES NO SÉ
de dónde viene la palabra "Patria", cómo
conjugarla como verbo intransitivo,
o reflexivo de forma. O como el lugar
a donde vamos a escribir
con gruesas líneas negras.
La patria y la noche. Cuba, o el filo
que corta la última caña, la fijeza
del plantón amargo
que alcanza sus mejores jugos
en el frío intenso de la palabra Cuba.


La marca del azúcar

No es con agua que arrancamos

ciertas huellas. La cicatriz a veces
se disfraza. Algo de alcohol
raspa la última superficie
y en los vidrios
vinagre y petróleo, todo lo que pueda
deshacer la marca del agua.
¿Cómo deshacer ahora
la marca del azúcar?
Huellas que la maleza cubre,
¿cómo hacer para que vuelvan
las cañas? (...iban y venían,
desesperadas...) ¿O cómo
podríamos sembrar ahora
árboles para el final
de tanta hambre?
¿Cómo deshacer la marca del azúcar?
Y sueño los herrumbrosos
caminos a través de la tierra
manchada por las mieles, la purga
de toda la orfandad. Y veo
las eternas ruinas
despedazarse sobre el polvo,
sobre esta sobriedad del paisaje
que solo es una marca absurda
en la memoria.

El punto de la miel

Del vacío salen los émbolos y luego

se comprueba que la miel está a punto.
Ya solo se descubre
el punto de la miel los granos
de un azúcar que traza la identidad
para luego deshacerse.
Del vacío, también de ese pedazo
que es el olvido que fatalmente conduce
a su silencio. Y entre los hierros
un vacío otro nos lleva
al punto de la miel,
pero solo una página que se cubre
del óxido de toda nuestra suerte.
Mi abuelo arrastró tras de sí
al émbolo. Fue partícipe
de la gloria y la paz, de esa guerra
que corroe las mieles de la purga
y de esa simpleza
que deja solo azúcar. Y yo
ahora apenas siento en la lejanía
un leve olor a melaza,
una culpa que carcome sin piedad
el último halón de mi abuelo,
la última vez antes de ser quien construía
una espada de madera,
o el gesto elemental de quien busca
el punto de la miel.


Fecha del hambre
La muchacha que vende el pan todos los días
pretende cobrar el alimento. No sabe
que solo de pan no vive el hombre,
otros alimentos quizás, algunas frutas.
Marca en una hoja de papel cuadriculado
y cobra las monedas.
                    Otros detrás también
señalan la página requerida. Hacen mutis
ya sea a derecha o izquierda del escenario.
Mañana, casi al amanecer, la muchacha
volverá a sentarse a marcar la cruz
en la cuadrícula que corresponde
a la nueva fecha del hambre. Los de la fila
guardarán en bolsos de tela los alimentos
y regresarán a casa ávidos del pan de cada día.

Gaudencio RodríguezGaudencio Rodríguez Santana
Poeta

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