Retorna Abel Prieto a su cargo de Ministro de Cultura



Retorna Abel Prieto a su cargo de Ministro de Cultura, Hay cierta alegría -contenida, expectante- entre algunos artistas e intelectuales. La realidad es que no se habían podido alcanzar niveles de interrelación equilibrada entre la burocracia cultural y los artistas e intelectuales. 




Abel Prieto, no es un gurú, no creo que haya pretendida serlo; pero su gestión fue lo bastante exitosa. Nada fácil manejarse en aguas tan complejas, en un contexto como el cubano y mantener una imagen de integridad y cercanías.
Hemos sabido que su salud está algo resentida y poco se conoce de las circunstancias que lo llevaron nuevamente a ese puesto, situación que no suele ser frecuente en los ámbitos políticos cubanos; pero su prestigio –creo-  es el que lo devuelve al frente de un ministerio, uno de los escenarios –columna tal vez-  sobre la que se sustenta una batalla simbólica de envergadura.

Por poco tiempo dicen, se nueva gestión será breve, acomodar el terreno para que otros caminen en tierras menos áridas,  ojala sea el suficiente para devolver credibilidades, restaurar lazos comunicantes; apuntalar lo que más nos define como nación y tener la coherencia, la paciencia y la habilidad política para manejarse en momentos de cambios inevitables y necesarios.



Nota:


Muy breve tiempo después de haber escrito la nota relacionada con el Ministro de Cultura, constato que se han  producido con simultaneidad o cercanía cambios en otras cabeceras ministeriales. Aunque son parte de nuestro contexto y por obligatoriedad más que por deseo, pudieran vincularse a mis moderadas y merecidas alabanzas por Abel. No tengo nada enriquecedor que decir al respecto sobre quienes se marchan o quienes emergen; salvo alguna chispa de confianza, un deseo que se aleja a galope suave; pero que me permite sostenerme en la esperanza.  Me muerdo los labios ahora mismo para no ser tan ingenio y mencionar a Murillo… y lo dejo ahí, porque sé, me arriesgo a confiar en que muchos cubanos pican; nos entendemos sin decirnos  casi nada y es que  la soberbia arrogante en este tierra nuestra, encuentra  siempre el perro que le muerde los tobillos…
 



Por: Abel G. Fagundo

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