Eduardo, yo también guardaré tu capitolio
Por: Abel G. Fagundo
En la noche del 19 de julio
recibí la triste noticia de la partida física del escritor e investigador
Eduardo Bernabé Pedraza, un amigo del que recibí confraternidad y múltiples
lecciones de vida. Autor del libro de testimonios “Ellos Guardan Mi Capitolio”
que mereciera el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara y que la
Editorial Capiro publicó como parte del galardón. Sus páginas ofrecen al lector
un punto de vista diferente sobre el proceso de alfabetización en Cuba. Sus últimos
anos de investigación activa los dedica,
primero a recopilar parte de la historia de los cubanos en la Siberia y luego emprendió
el descomunal proyecto de “Hoy es el día de”, una mega recopilación de efemérides
universales, amplísima, rigurosa, detallada. Un texto que merece una edición
electrónica y que cubriría propósitos educacionales y de un amplio grupo de
necesidades profesionales de los medios de prensa.
Fue Eduardo el director de la “Revista
Ideas”, una utopía de los años ochenta sobre la que un grupo de creadores
avanzaron cinco números. En sus páginas mimeografiadas (la revista también
utilizó otras técnicas de impresión) aparecieron los primeros poemas de Damaris
Calderón, Marielena Hernández, Luis Lorente; textos de Alberto Abreu Arcia y un
grupo importante de escritores hoy reconocido.
Pedraza era también uno de los más
grandes coleccionistas de llaveros de la isla. Era una pasión paralela, que
levo adelante con el rigor de un coleccionista profesional.
En las décadas finales del siglo
pasado, cuando muchos de nosotros aún vivía en Jagüey Grande, acudíamos con
frecuencia a tertuliar en casa de Yolanda y Pedraza. Primero en el apartamento,
luego en la casa del barrio de las delicias. Cuando llegabas a su casa sudado
por los latigazos de este sol nuestro, empecinadamente tropical. Eduardo te
ofrecía “Agua de exportación”, era su manera de decir –así lo entendí yo- “agua
deliciosa que además de quitarte la sed, la disfrutaras por su temperatura”.
Soy uno de los tantos herederos de esa frase suya y pudiera parecer poca cosa;
pero en un país tan caluroso como el nuestro, debo haberla repetido miles de
veces y cada una de ellas era un homenaje a las ocurrencias de mi amigo.
Desde aquí, entre estas paredes
que hoy se levantan cerca del mar, en la ciudad de Matanzas, puedo percibir el
dolor de su esposa Yolanda Brito, poeta, investigadora, profesora; quien en los
años más duros y frente a cualquier adversidad ha custodiado siempre el valor estético
y social de la literatura, la ética, el ecumenismo, la peculiar visión de un Dios
de paz que compartía con Eduardo. Ambos se unieron en la defensa de sus pasiones,
educaron y trasmitieron su buena energía.
Pedra hermano, tu conocías mis
creencias, mis aciertos y desaciertos; pero si existe un cielo, un lugar para
las almas que dan luz, allí estará la tuya.
Comentarios